Appearance & Reality > The Lord Jesus Christ > The Two Kingdoms (2)
previous < Mensaje AR133 > next
MENSAJE AR133
Predicado en: 21 Nov 93 ▪ Editado en: 2 Nov 01 (Revisado en Nov 11)
El reino de Dios – un tema central en las enseñanzas de Cristo | Condiciones para entrar al reino de Dios | El sermón del Monte | Enseñando el reino de Dios por medio de parábolas | Identificándonos con el corazón del Señor | Preguntas para el debate y la reflexión
El reino de Dios está en el mismo corazón de Dios y es vital para el cumplimiento de Sus propósitos. Es uno de los principales temas de las Escrituras y de las enseñanzas del Señor Jesús.
En este mensaje mostraremos algunas enseñanzas del Señor Jesús en cuanto al reino de Dios para entender cuán importante es para Él, y también para apreciar algunos asuntos claves concernientes a este reino.
En Lucas 4:43, el Señor Jesús dijo: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado”. Esta afirmación revela que predicar el reino de Dios era un asunto de supremo peso en Su corazón y un importante aspecto de Su misión en la tierra.
El Señor Jesús predicó el reino de Dios desde el mismo comienzo de Su ministerio, y a lo largo de éste, constantemente habló de él: cómo es el reino de Dios, cómo uno puede ser parte de él, cómo crece, y qué valores, perspectivas, actitudes y conducta deberían caracterizar a aquellos en el reino de Dios. Y así lo siguió haciendo aún después de Su resurrección y antes de Su ascensión. Durante ese período de cuarenta días, a Sus discípulos estuvo “hablándoles acerca del reino de Dios” (Hechos 1:3).
El Señor Jesús comenzó Su ministerio en Galilea después de Su bautismo y las tentaciones en el desierto. Marcos 1:14-15 registra que predicó el evangelio y dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”. Él nos llama a arrepentirnos y a creer en el evangelio porque éstas son las condiciones para entrar a Su reino.
El Señor Jesús también habló de las condiciones para entrar al reino de Dios en una conversación que tuvo con Nicodemo el fariseo, que fue registrada en Juan 3.
Juan 3:3-7
3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
En los versículos 3 y 5, el Señor Jesús hizo dos importantes afirmaciones a Nicodemo: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” y “el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. Aunque Nicodemo no le estaba preguntando específicamente al Señor Jesús acerca de ver o entrar en el reino de Dios, el Señor consideró necesario abordar este importantísimo asunto. De hecho, es el asunto más importante de la vida para todos los hombres caídos.
El Señor Jesús recalcó nuestra necesidad de nacer de nuevo, de nacer en el Espíritu, porque el reino de Dios es un reino espiritual, y para entrar en él debemos nacer en el Espíritu.
Para vivir una vida de verdadera satisfacción y de propósito, primero debemos entrar al reino de Dios. Este es el comienzo de una nueva vida en Cristo, una vida de transformación espiritual y moral, y de crecimiento.
El discurso del Señor Jesús en Mateo 5-7, comúnmente conocido como el Sermón del Monte, nos revela cómo podemos experimentar una vida de verdadera bendición. Es un sobresaliente sermón que contrasta el énfasis del reino de Dios con el del mundo. Este sermón nos ayuda a apreciar el tipo de valores, actitudes, enfoques y conductas que son importantes para el Señor.
Debemos estudiar cuidadosamente las profundas verdades enseñadas en este discurso e incorporarlas a nuestra vida. En este mensaje, solamente haré breves referencias a este discurso.
El Señor Jesús dirige el Sermón del Monte a Sus discípulos (Mt. 5:1-2). Comenzó enseñándoles las cualidades importantes que los hijos de Dios deberían tener. Él dice:
Mateo 5:3-10
3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Las cualidades que aquí se describen – ser pobre en espíritu, manso, misericordioso, de limpio corazón, tener hambre y sed de justicia – son asuntos morales del corazón.
Los escribas y fariseos prestaban mucha atención a las prácticas religiosas y las observaban escrupulosamente. Ofrecían largas oraciones y diezmaban debidamente. Dedicaban muchas horas al estudio de la ley mosaica y estaban siempre dispuestos a enseñar a otros. Sin embargo, el Señor Jesús les denunció porque hacían todas sus obras para ser vistas por los hombres. Mientras tenían una apariencia externa de justicia, en su interior estaban llenos de hipocresía y de iniquidad (Mt. 23:5,28). Consideremos las palabras del Señor Jesús en Mateo 5:20: “Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”.
Nuestra justicia ha de ir más allá de la apariencia externa; debe consistir en las cualidades del corazón y del espíritu semejantes a las que refirió el señor en Mateo 5:3-10. Solamente cuando tenemos estas cualidades podemos llevar buen fruto en nuestra vida. Por lo tanto, desarrollemos diligentemente estas cualidades morales internas en cooperación con el Espíritu Santo, Quien quiere ayudarnos en esta dirección.
Un pasaje similar en Lucas 6 nos demuestra que estas cualidades morales internas se manifiestan y se desarrollan en la senda del verdadero discipulado.
Lucas 6:20-26
20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
Por lo general la gente desea reír, ser rica, comer bien y que se hable bien de ellos. De hecho, muchos procuran estas cosas; además, tratan de evitar tener que llorar, ser pobres, tener hambre o ser aborrecidos. Es difícil ver tales condiciones como bendiciones. Las palabras del Señor Jesús en Lucas 6 pueden resultar extrañas.
¿Por qué es una bendición llorar, ser pobre, tener hambre, ser odiado o aborrecido? ¿Por qué es un mal reír, ser rico, comer bien y que se hable bien de uno? ¿Cuál es el significado de las palabras del Señor Jesús?
Como en el Sermón del Monte, estas palabras Suyas están dirigidas a Sus discípulos (v. 20).
El versículo 22 nos ayuda a ver que el Señor estaba enseñando a Sus discípulos la senda del verdadero discipulado. Los discípulos serían bienaventurados si las pruebas y dificultades que tendrían que atravesar eran por causa del Hijo del Hombre. Lo bienaventurado no es el hambre, el llanto o el ser aborrecido en sí mismos, sino sufrir por el Señor, en la senda del verdadero discipulado.
Esta senda implica a menudo sufrimientos y experiencias desagradables, pero el Señor nos exhorta que nos gocemos… y alegremos, porque nuestro galardón es grande en los cielos (v. 23). El Señor Jesús de hecho está diciendo: no se turben; ustedes pueden ser pobres y estar hambrientos, puede que lloren, y puede que la gente los odie, pero si todo esto ocurre porque Me son fieles y porque están siguiendo la justicia, son bienaventurados.
No obstante, si estamos preocupados por tener una vida placentera, por hacernos ricos y por recibir las alabanzas de los hombres, puede que esté en juego nuestra fe y nos desviemos de la senda del discipulado. Este es un asunto serio. El Señor Jesús dice: “ay de ti” (vs. 24-26) a los que escogen esta senda en la vida.
En Mateo 6:33, el Señor Jesús enseña a Sus discípulos cómo deben vivir:
Mateo 6:33
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
El Señor Jesús nos exhorta que busquemos primero el reino de Dios y Su justicia. Tanto buscar el reino de Dios como buscar Su justicia son de suprema importancia, y ambos están estrechamente vinculados. No podemos estar buscando Su reino sin desear al mismo tiempo una vida de justicia. Como expresa Pablo: “El reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17).
Si primero buscamos Su reino y Su justicia, estaremos buscando a Dios mismo y desarrollando nuestra relación con Él y con los que están en Su reino. Profundizar nuestra relación con Dios es el camino hacia la verdadera justicia y el desarrollo de nuestro carácter moral. Y en la medida que desarrollemos la calidad de la justicia de nuestro carácter, en consecuencia ésta mejorará la calidad de nuestra relación con Dios y con los hermanos. Debemos prestar mucha atención a todos estos aspectos interrelacionados, puesto que son asuntos de suprema importancia en el reino de Dios.
En Mateo 6:33, el Señor Jesús también se refiere a los que puedan estar ansiosos por sus necesidades terrenales. Él les asegura que si primero buscan Su reino y Su justicia, “todas estas cosas serán añadidas”. Nuestro Padre celestial sabe qué necesitamos y podemos confiar en Él para que nos provea. Cuando le pedimos honestamente, podemos experimentar la verdadera bendición. Sin embargo, tal sentido de seguridad en cuanto a la provisión de Dios no debería ser válido si no estamos buscando de verdad en primer lugar Su reino ni Su justicia. Pudiera tratarse entonces de un falso sentido de seguridad.
En Mateo 7:21, el Señor Jesús advierte: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. No podemos entrar al reino de Dios por simplemente confesarlo con nuestros labios. Lo que busca el Señor es la verdadera obediencia. Si le reconocemos como “Señor”, debemos procurar obedecerle y serle fieles, lo cual no significa que no fallaremos ni flaquearemos, pero sí significa que queremos sinceramente honrarle y someternos a Él, aun cuando esto traiga consigo que nos empobrezcamos materialmente o que otros nos aborrezcan.
El sometimiento a la voluntad de Dios, sea lo que sea que esto implique, es una característica clave de lo que significa estar en el reino de Dios. Este aspecto nos ayuda a entender el significado de la expresión “el reino de Dios”.
El reino de Dios es un reino espiritual y moral. Dios reina en él, y todos los que en él están deben someterse a Su justo reinado. El sometimiento al reinado de Dios comienza estando en la tierra, por cuanto todos los cristianos verdaderos ya están en Su reino. Esta actitud y postura de sometimiento a Dios es voluntaria y es un requisito para nuestra entrada a Su reino y ser parte de él. Entramos a él por medio del arrepentimiento y la fe en el Señor Jesucristo, lo cual significa volvernos, de una vida que busca lo suyo y se auto-controla, hacia una vida de sometimiento a Su señorío.
En la medida que nos sometamos a la voluntad del Dios perfecto, experimentaremos una vida de abundancia y éxito espiritual. Es realmente una vida de satisfacción, conforme a Su buena intención, la cual se propuso en Cristo (Ef. 1:9). Podemos decir que la esencia de lo que Dios quiere enseñarnos en las Escrituras tiene que ver con Su reino, de cómo podemos ser parte de él y de cómo debemos ejercitar en él nuestras vidas, en sujeción a Su reinado.
El Señor Jesús predicó y enseñó constantemente sobre el reino de Dios de diferentes formas. Él quiere imprimir en nosotros su trascendencia para que conozcamos cómo deberíamos vivir en este mundo caído.
Por ejemplo, utilizó muchas parábolas para ayudarnos a entender distintas cosas pertenecientes al reino de Dios. Me referiré a algunas de estas parábolas y haré breves comentarios de ellas.
Hemos visto que es vital entrar al reino de Dios, pero el Señor nos dice que no todos van a poder hacerlo. Sólo los que sean aceptados por Él pueden entrar. El Señor Jesús refirió una parábola en Mateo 22:2-14 para ilustrar este hecho.
En esta parábola, el reino de los cielos se compara a un rey que hizo una fiesta de bodas para su hijo e invitó a muchos.
En los versículos 11-13 se nos dice que uno de los invitados “no estaba vestido de boda”. El rey ordenó a sus siervos que le ataran y le echaran a las tinieblas de afuera. El rechazo hacia este hombre que no estaba vestido apropiadamente es un serio recordatorio de, que a menos que estemos “revestidos” de Cristo (Gá. 3:27), no seremos aceptados en Su reino. La entrada al reino de Dios es conforme a los términos de Dios, no a los nuestros. Tenemos que arrepentirnos para que seamos perdonados de nuestros pecados y lavados por la sangre del Cordero. Somos aceptables a Dios solamente en Cristo, quien llevó el castigo que merecíamos nosotros.
Existen razones por las cuales algunos no tienen lugar en el reino de Dios. Una de ellas se refleja en otra de las parábolas, registrada en Lucas 14:16-24.
Lucas 14:16-24
16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.
18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
23 Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.
Los invitados pusieron excusas para no ir a la cena. Dijeron que tenían otros asuntos que atender. Uno dijo que necesitaba ver su propiedad recién comprada; otro quería ir a probar sus bueyes, y otro se había acabado de casar. “Entonces, ninguno de los invitados probará de esta cena” – declaró el hombre que convocó a la cena (v. 24).
Aunque asuntos terrenales como comprar una hacienda, probar bueyes y casarse pueden ser legítimos, el Señor nos está advirtiendo por medio de esta parábola que puede que no tengamos lugar en el reino de Dios si estamos preocupados con los asuntos de esta vida y no prestamos atención al llamado de Dios.
Esto nos recuerda la advertencia del Señor en cuanto a las condiciones que prevalecerán en el tiempo de Su segunda venida. Como en los días de Noé, así será en los días del Hijo del Hombre (Lucas 17:26). Esto también tiene vigencia hoy en día. Muchos están enredados en los negocios del mundo – en comprar, vender, casarse, darse en matrimonio – y no responden positivamente al llamado de Dios para entrar en Su reino.
El Señor Jesús también refirió parábolas concernientes a estar preparados para Su segunda venida.
En nuestros días en la tierra, lo más importante es entrar al reino de Dios y, una vez en él, estar preparado para la segunda venida de Cristo. Cuán preparados estamos para Su segunda venida depende de cómo vivamos ahora, lo cual también influirá en nuestro estatus y vida en el reino eterno de Dios.
En la parábola de las diez vírgenes de Mateo 25:1-13, el Señor Jesús nos alerta en cuanto a la necesidad de estar alertas y preparados para su venida de nuevo. Comienza la parábola con estas palabras:
Mateo 25:1-4
1 Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
Las cinco vírgenes prudentes se prepararon para la llegada del esposo, mientras que las insensatas no, y no se les permitió entrar, por lo que se perdieron la fiesta de bodas. En cuanto a Su segunda venida, el Señor dice: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (v. 13). Por lo tanto, debemos estar listos en todo momento para la segunda venida del Señor, y no ser insensatos como las cinco vírgenes que fueron sorprendidas sin estar preparadas y se perdieron el importante suceso de la fiesta de bodas.
A continuación de la parábola de las diez vírgenes se encuentra la parábola de los talentos en Mateo 25:14-30.
Esta parábola habla de un hombre que, a punto de salir de viaje, confió sus posesiones a tres de sus siervos hasta su regreso. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos talentos, y al tercer siervo entregó un talento, a cada uno conforme a su capacidad. Al regresar, les pidió cuentas por lo que habían hecho con el dinero que se les había confiado. Al que se le dieron cinco talentos, ganó cinco más, y le felicitaron por ello: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (v. 21). El que recibió dos talentos, ganó dos más, y le felicitaron de igual manera.
Pero al que se le confió un talento dijo a su amo: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo” (vs. 24-25). Éste es el siervo que fue infiel y perezoso, “siervo inútil”, que fue reprendido y rechazado por su amo, mientras que a los que fueron fieles y diligentes se les dio más (vs. 26-30).
Esta parábola nos transmite no sólo la importancia de estar preparados para la segunda venida de Cristo, sino también cómo estar preparados. Podemos estarlo siendo buenos mayordomos de lo que el Señor nos ha confiado. Mientras esperamos por Él, debemos ser diligentes y fieles en cumplir las responsabilidades que Dios ha delegado en nosotros.
Hay varias parábolas en Mateo 13 que ilustran asuntos pertinentes al reino de Dios o el reino de los cielos. A continuación consideraremos algunos de ellos.
El Señor Jesús cuenta la parábola del sembrador en Mateo 13:3-8 y la explica en Mateo 13:18-23. Ésta también aparece registrada en Lucas 8:5-8, 11-15.
Esta parábola habla acerca de un hombre que sembró su semilla en cuatro tipos diferentes de suelo, y cada uno de ellos produjo un resultado diferente. Algunas semillas cayeron junto al camino; otras, en pedregales; otras, entre espinos, y otras, en buena tierra (Mt. 13:3-8).
El señor Jesús explica que la semilla representa “la palabra del reino” (v. 19), es decir, la verdad acerca del reino de Dios. El suelo donde es sembrada la semilla es el hombre que escucha la palabra.
El suelo junto al camino representa al que escucha, pero no entiende, la palabra del reino, y todo lo que escucha es arrebatado por el malo (v. 19). Los pedregales representan al que escucha y responde de manera entusiasta, pero a la vez superficial. Debido a la falta de profundidad de su respuesta a la palabra del reino, cae de la fe cuando las cosas se ponen difíciles (vs. 20-21). El suelo espinoso representa al oyente cuya vida resulta infructífera porque le vence la ansiedad del mundo y el engaño de las riquezas (v. 22). Finalmente, el suelo bueno se refiere al que escucha con atención la palabra del reino, la entiende y responde a ella de todo corazón. En él la palabra del reino lleva mucho fruto (v. 23). Lucas 8:15 nos dice que éstos son los que han escuchado la palabra con un corazón bueno y honesto, la retienen y llevan fruto con perseverancia.
Aunque se le conoce como la parábola del sembrador, también se le puede llamar la parábola de los cuatro suelos o de las cuatro tierras, por cuanto su énfasis está en los cuatro tipos diferentes de tierra en que cayó la semilla. Lo más contundente de esta parábola es cómo debemos responder a la palabra del reino.
Cuando se nos comunica la Palabra de Dios, ¿cómo respondemos? ¿Acaso procuramos entenderla y responder a ella profundamente, además de llevar fruto, o respondemos sólo superficialmente, no llevando fruto de madurez? La forma en que respondamos a la palabra del reino tiene implicaciones de alcance eterno.<1>
El Señor Jesús nos refiere la parábola del trigo y la cizaña en Mateo 13:24-30, y la explica en Mateo 13:37-43.
En ésta, Él compara el reino de los cielos con un hombre que sembró buenas semillas de trigo, pero el enemigo vino y sembró cizaña entre el trigo (vs. 24-25). A ambas plantas se le dio la posibilidad de crecer hasta el tiempo de la cosecha (v. 30).
El Señor Jesús explica que el que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo. La buena semilla se refiere a los hijos del reino, y la cizaña, a los del malo. El que siembra la cizaña es el diablo (vs. 37-39).
Esta parábola nos ayuda a entender que en el presente hay tantos hijos del reino de Dios como hijos del diablo. Por ahora, Dios permite que ambos coexistan, pero en el futuro habrá un día para el ajuste de cuentas y para la diferenciación. En ese tiempo la cizaña será atada y quemada, o sea, los hijos del malo, que son piedras de tropiezo y cometen iniquidades, serán arrojados al lago de fuego (vs. 40-42). Sin embargo, el trigo será recogido en el granero, o sea, los hijos del reino, los justos, tendrán una parte significativa en el reino celestial de Dios y “resplandecerán como el sol en el reino de su Padre” (v. 43).
Para recalcar la importancia de esta realidad, el Señor Jesús refiere otra parábola en Mateo 13:47-50.
En ésta, compara el reino de Dios con “una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces” (v. 47). Los peces buenos se recogen en vasijas mientras que los malos son echados fuera. Así será al final de los tiempos cuando los ángeles vengan, aparten los inicuos de entre los justos y los arrojen al horno de fuego.
Durante este tiempo, tanto los hijos de Dios como los que no lo son viven juntos en esta tierra, pero llegará el día cuando se hará distinción entre los que son aceptables a Dios y los que no lo son; además, habrá una separación entre ellos. Es sumamente importante que respondamos al evangelio del reino de Dios, ya sea que lo hagamos positiva o negativamente, y el modo en que lo hagamos tiene implicaciones eternas.
El crecimiento en el reino de Dios es otro aspecto importante que el Señor Jesús enseñó por medio de Sus parábolas. En Mateo 13:31-32, el reino se compara con una semilla de mostaza, y en Marcos 4:26-29, el Señor Jesús compara el reino de Dios con un hombre que echa la semilla en la tierra, pero no sabe cómo ésta brota ni cómo crece.
Estas dos parábolas hablan del crecimiento en el reino de Dios. En la primera, la semilla de mostaza, aunque es la más pequeña de todas, crece hasta llegar a ser la más grande de todas las hortalizas. De la misma forma, a veces lo que ocurre en el reino puede parecer insignificante, pero puede a su vez tener el potencial de crecer considerablemente.
En la segunda parábola, el hombre no sabe cómo la semilla brota, cómo crece ni cómo produce toda una cosecha. Así mismo, puede que no siempre entendamos del todo qué es lo que está pasando realmente ni cómo ocurre el crecimiento en el reino de Dios, pero hay principios espirituales que están siendo puestos en práctica, lo cual tiene que ver con el hecho que es Dios quien está obrando, y además, un aspecto importante a tener en cuenta es cuánta libertad tiene Él para obrar en nosotros y por medio nuestro para que haya crecimiento. En cambio, este crecimiento depende del anhelo, la dirección y la actitud de nuestro corazón.
Dos breves parábolas en Mateo 13:44-46 nos muestran la actitud que debemos tener hacia el reino de Dios.
Mateo 13:44-46
44 “Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas,
46 que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.”
El reino es igualado a un tesoro, el cual un hombre encontró en un campo, y éste, lleno de gozo por su hallazgo, vende todo lo que tiene y compra ese campo. También es igualado a un mercader que, de igual forma, vende todo lo que tiene para comprar la perla de gran precio.
Estas dos parábolas se refieren con el objetivo de sellar en nosotros que el reino de Dios y las cosas que tienen que ver con él son de un valor y una importancia tan incomparables, que debemos darnos por entero para él.
¿Es ésta nuestra actitud? ¿Es el reino de Dios tan precioso e importante para nosotros que lo vamos a buscar con todo nuestro corazón? Es sumamente importante la medida en que estén presentes en nosotros semejantes actitud y anhelo. Esto va a tener una trascendencia directa en el resultado de nuestra vida, determinará cuán bien vamos a crecer y cuánto podremos contribuir al avance del reino de Dios.
Luego de haber escuchado al Señor hablarles en parábolas, los discípulos le preguntaron: “¿Por qué les hablas por parábolas? Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado” (Mt. 13:10,11). El Señor Jesús recalca el gran privilegio que tuvieron Sus discípulos de conocer mejor los misterios del reino de los cielos.
Mateo 13:13, 16-17
13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Los misterios del reino fueron revelados a Sus discípulos en aquel tiempo, y hoy lo han sido a nosotros por medio de las Escrituras, pero aunque han sido revelados, no siempre son comprendidos. Los no creyentes no serán capaces de apreciar verdaderamente los misterios del reino de Dios. Sin embargo, no significa que los creyentes automáticamente captan el significado de los misterios del reino de Dios. Nuestra actitud influirá en la medida de hasta dónde conoceremos la verdad. Mientras más serios seamos en cuanto a procurar entender los misterios del reino, más conocimiento tendremos de la verdad. Mientras más superficial sea nuestra vida, menor será el conocimiento que recibiremos de la verdad.
En un sentido, somos aún más privilegiados que los discípulos a quienes el Señor Jesús dirigió estas palabras, por cuanto ahora tenemos la totalidad de las Escrituras. El deseo de Dios es que ganemos en conocimiento en cuanto a estas profundas cosas de Su reino, las cuales profetas y justos anhelaron entender, pero a quienes no se les dio el privilegio en su época.
Entonces, ¿cómo respondemos ante la oportunidad y el privilegio que nos han dado? ¿Procuramos entender honestamente la revelación de Dios en las Escrituras? Es triste que aunque Dios pretende que conozcamos a profundidad los misterios de Su reino, y haya provisto todo para que lo logremos, muchos de Sus hijos permanezcan en relativa ignorancia.
El Señor Jesús también refirió parábolas para enfatizar la importancia en el reino de Dios de aquellos que demuestran amor y bondad hacia los demás.
Cuando Pedro le preguntó: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”, Su respuesta fue: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22).
El Señor Jesús entonces utilizó una parábola para ilustrar la importancia de tener un espíritu dispuesto a perdonar. Compara el reino de los cielos con un rey que libró a uno de sus siervos de una enorme deuda. Sin embargo, este mismo siervo no tuvo compasión de su consiervo que le debía una suma de dinero mucho menor, y hasta lo hizo encarcelar porque éste no podía pagar la deuda. La respuesta del rey se registra en los versículos 32-34:
Mateo 18:32-34
32 Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste.
33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?
34 Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
El Señor Jesús terminó la parábola con las siguientes palabras: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (v. 35).
Dios ha perdonado mucho. ¿También nosotros tenemos un espíritu dispuesto a perdonar a los demás? El principio del perdón que se refleja en esta parábola puede aplicarse a otros aspectos como la paciencia, la bondad y la gracia. A pesar de nuestras debilidades, fracasos y lentitud para aprender, Dios ha sido muy paciente con nosotros. ¿Somos pacientes con los demás? Hemos probado la inmensurable gracia y el incesante amor de Dios hacia nosotros. ¿Demostramos gracia y amor a los demás? Dios espera que tengamos, en humildad y gratitud a Él, tal actitud hacia los demás, incluyendo a los que puedan habernos ofendido o hecho daño. Fracasar en estos aspectos pone de manifiesto nuestro estado interior y puede tener consecuencias adversas en nuestra propia relación con Dios.
En otra parábola, que se encuentra en Mateo 20:1-16, el Señor Jesús ilustra la actitud y el enfoque correctos que deben tener los que están en Su reino en relación con el servicio.
En esta parábola, el reino de los cielos se asemeja a un hacendado que contrató obreros en diferentes momentos del día para que labrasen su viña. Temprano en la mañana convino con un grupo de obreros en pagarles el precio de un denario por el trabajo del día. En diferentes momentos del día volvió a salir y contrató a otros grupos para que labrasen su viña. Al finalizar la jornada, el hacendado ordenó a su capataz que diera el pago a todos los obreros, comenzando por el último grupo (vs. 1-8).
Cada uno de los que fueron contratados cuando el día había avanzado recibió un denario. Cuando llegó el turno de pagar a los que fueron contratados primero, ellos pensaron que recibirían más, pero también cada uno recibió un denario. Inconformes, dijeron al hacendado reclamando: “Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día”. Pero el hacendado razonó con uno de ellos lo siguiente: “Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?” (vs. 9-15).
Esta parábola nos recalca la importancia de nuestra actitud y de forma en que enfocamos el servicio, nuestras expectativas y cómo consideramos a los demás. Fíjese que los que fueron contratados primero no estuvieron conformes y murmuraron porque esperaban ser mejor recompensados que los que fueron contratados de último.
¿Y nosotros? ¿Cuál es nuestra actitud cuando servimos a Dios? ¿Sentimos envidia porque el Señor es generoso con otros? La generosidad del Señor hacia los demás no nos debe molestar, pero sí debemos aprender a ocupar nuestro lugar adecuado en Su reino. Dios tiene el derecho de recompensarnos y de tratarnos como Él entienda, por cuanto le es lícito hacer todo lo que desee con lo que es Suyo (v. 15).
Al mismo tiempo sabemos que Dios no actúa con arbitrariedad. Todas Sus acciones reflejan Su carácter y atributos perfectos, incluyendo Su sabiduría y amor perfectos.
Para nosotros es importante crecer y que nos vaya bien en el reino de Dios. No debemos suponer que en todo nos va bien sólo porque hayamos sido cristianos durante muchos años, hayamos trabajado mucho y hayamos hecho muchas cosas en la viña del Señor. Dios está muy interesado en nuestro carácter y en la actitud con que procuramos servirle a Él. Por lo tanto, asegurémonos de que nos vaya bien y de que Él esté siendo agradado por nosotros en estos aspectos.
En los muchos pasajes bíblicos a los que nos hemos referido en este mensaje, podemos ver que la enseñanza y el ministerio del Señor Jesús se centraron en el reino de Dios, el cual fue Su principal interés cuando vino a la tierra. Su muerte en la cruz, la cual fue el clímax de Su vida y ministerio, se relaciona estrechamente con este interés primordial que existe en Su corazón. Tal fue Su interés por el reino de Dios que aún después de Su resurrección, Él siguió hablando a Sus discípulos acerca de él.
Hechos 1:3
A quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
Como el reino de Dios es de una importancia primordial para el Señor, debería serlo también para nosotros. El reino de Dios debe ser tan valioso e importante para nosotros como la perla de gran precio lo era para el mercader, de tal forma que dediquemos toda nuestra vida a ella y a todo lo que le concierne. ¿Es esto una realidad en su vida?
Cristo es el Rey en el reino de Dios; Él vino a este mundo para dar testimonio de la verdad. Los que son de ella escuchan Su voz (Juan 18:37). Seamos aquellos que pertenecen a la verdad. Escuchemos la voz del Rey y sigámosle.
Pero, ¿cómo podemos lograrlo cuando estamos viviendo en un mundo caído? En el próximo mensaje veremos cómo deberíamos vivir en la tierra como ciudadanos del cielo, conscientes del hecho que estamos en el reino de Dios y al mismo tiempo en el mundo caído.
Nota:
1. La parábola del sembrador es analizada en detalle en los mensajes Good Hearers [los buenos oidores] (AR91-94), los cuales se encuentran en el sitio web www.godandtruth.com.
Copyright
The content of this message is protected by Copyright © 2001 - 2012 Lim Kou. Permission is given to print
and reproduce part (where the meaning intended is retained and the part is not quoted out of context)
or all the content, for personal use or for distribution, on condition that there is proper
acknowledgement, no changes are made and the content distributed free of charge. Please be prayerful
and discreet in distributing or making the content available to others. This paragraph and that below
should be included in any and all content reproduced for distribution.
Scripture Quotations
Scripture quotations unless otherwise stated, are taken from the NEW AMERICAN STANDARD Bible ®,
Copyright © 1960, 1962, 1963, 1968, 1971, 1972, 1973, 1975, 1977, 1995 by The Lockman Foundation.
Used by permission.
Appearance & Reality > The Lord Jesus Christ > The Two Kingdoms (2)
previous < Mensaje AR133 > next