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MENSAJE AR138
Predicado en: 6 Mar 94 ▪ Editado en: 4 Aug 02 (Revisado en Nov 11)
Enfoques terrenales hacia el éxito | La manera de Dios en cuanto al éxito verdadero | Cómo obtener el éxito verdadero | El éxito verdadero manifestado en diferentes formas | ¿Qué nos motiva a servir a Dios? | Deseo de éxito espiritual | Observaciones finales | Preguntas para el debate y la reflexión
En el mensaje anterior consideramos un aspecto que preocupa en la mente y el corazón de la gente del mundo, el asunto del éxito, la ambición y el logro. Este aspecto es muy importante y tiene un lugar adecuado en la vida de los creyentes. Para la gente del mundo, esto generalmente se asocia con la riqueza material, el estatus y el reconocimiento social. Sin embargo, como creyentes, tenemos que entender y enfocar este aspecto desde el punto de vista, los valores y los principios del reino de Dios.
En este mensaje, continuaremos reflexionando sobre este tema, particularmente desde la perspectiva de alcanzar el éxito verdadero, así como sus diferentes manifestaciones.
Los creyentes son confrontados constantemente con las ideas y conceptos del mundo, los cuales ejercen una fuerte influencia, y a menudo una presión sutil en dirección hacia el éxito del mundo.
Se ha escrito muchos libros, se ha impartido numerosos cursos para ayudar a la gente a tener éxito en la vida, pero básicamente desde la perspectiva del mundo. Dichos recursos proveen instrucciones, ofrecen sugerencias y maneras de cómo ser exitosos en el ámbito profesional y en los negocios, de cómo ser acaudalados y de cómo dejar una huella en este mundo.
Algunas de las maneras en que el mundo procura el éxito y la prosperidad son evidentemente equivocadas. Por ejemplo, los medios deshonestos o inescrupulosos de alcanzar metas personales o la búsqueda de ganancias personales sin considerar los intereses y el bienestar de los demás. Los cristianos pueden reconocer fácil y claramente que dichas maneras son erradas. Puede que algunos de nosotros pensemos que mientras no recurramos a dichos métodos, nuestra búsqueda del éxito y de la prosperidad serán aceptables. No obstante, esta no debe ser la manera de juzgar si el enfoque es aceptable. Debemos ver más allá de lo que está indiscutiblemente equivocado y de lo que obviamente no es ético, y aprender a percibir las cuestiones subyacentes en estos enfoques.
Aunque puede que algunos de los métodos del mundo en cuanto a lograr el éxito no aparenten estar equivocados o ser anti éticos, básicamente provienen de la carne. La motivación, la meta, el significado, el enfoque y el espíritu que se esconden tras dichos métodos con frecuencia se derivan del interés individual y del deseo de alcanzar la gloria personal. El espíritu del mundo se evidencia en ellos.
Si el éxito del mundo está errado, y si hay lugar para el éxito verdadero, ¿qué significa entonces tener éxito y prosperar en realidad?
Podemos ver la manera de Dios para el éxito verdadero desde tres ángulos diferentes.
Para comprender el verdadero significado del éxito en la vida, tenemos que verlo a partir de la perspectiva del reino de Dios. Dicha vida está estrechamente vinculada al propósito de Dios para nosotros en la tierra.
Hemos visto en Mateo 5 que existen dos razones básicas para nuestra existencia. Una de ellas es aprender y crecer bien y prepararnos para la eternidad, y la otra, la cual se deriva de la primera, es contribuir eficazmente al avance del reino de Dios. La medida en que crezcamos bien hacia la madurez y contribuyamos al avance del reino de Dios es directamente proporcional a la medida del éxito en nuestras vidas.
También podemos comprender la verdadera vida exitosa como aquella en la que la perfecta voluntad de Dios para nuestras vidas se está experimentando.
Dios tiene una voluntad perfecta para nuestras vidas, la cual es la más significativa y nos conducirá hacia la vida más abundante que podamos disfrutar. El Señor Jesús nos dice que Él ha venido para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia (Juan 10:10).
Además, nos enseña a orar así: “Hágase Tu voluntad”; esto incluye que la perfecta voluntad de Dios se esté cumpliendo en nuestra vida. Deberíamos vivir motivados por esta oración; debería ser nuestra oración y anhelo constantes. En la medida en que la perfecta voluntad de Dios se cumpla en nuestras vidas, en esa misma medida habremos disfrutado del éxito en la vida, la abundancia espiritual y el verdadero logro.
El verdadero éxito en la vida también puede ser visto aun desde otro ángulo, que es el de la vida cristiana victoriosa, la que conquista, la del fruto espiritual. Esta es una vida que permanece fiel a Dios, en la que disfrutamos de Sus bendiciones, Su dirección, Su poder y Su soberanía.
La pregunta que debemos hacernos entonces es: ¿cómo podemos llegar a esta vida de éxito? En pocas palabras, podemos decir que el logro del éxito verdadero implica dos principios espirituales fundamentales: el de “morir a uno mismo” y el de “andar conforme al Espíritu”.
El significado y la realidad de dicha vida se detallan en el siguiente mensaje cuando analizamos la vida del apóstol Pablo.
Todo hijo de Dios debería honestamente procurar vivir la vida cristiana victoriosa. Por lo tanto, es importante que entendamos qué es el éxito verdadero, y que dicha vida puede manifestarse de diferentes formas. Algunas de ellas son evidentes, mientras que otras aparentemente no tienen nada de exitosas. Lo importante no es cómo se manifiesta, sino que nos concentremos en hacer la voluntad de Dios a pesar de las manifestaciones externas. Si estamos haciendo la voluntad de Dios, estaremos viviendo el éxito verdadero, aun cuando no les parezca así a otros ni a nosotros mismos.
A menos que estemos claros en este punto, podemos estar angustiados o desalentados, sobre todo cuando vemos a otros viviendo lo que aparenta ser una vida exitosa, al pensar que nosotros estamos siendo infructíferos en nuestra propia vida y en nuestro servicio a Dios. Puede que entonces procuremos lograr el éxito que se manifiesta de manera más obvia. Cuando lo hagamos, estaremos dirigiendo mal nuestra energía y esfuerzos, tratando de lograr aquello que no es la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Cuando leemos las Escrituras, irremisiblemente somos impresionados por las vidas de gente como Moisés y el apóstol Pablo. Podemos ver claramente que tuvieron éxito en su servicio y que contribuyeron mucho al reino de Dios.
Dios obró muchos y grandes milagros por medio de Moisés, quien encaró a Faraón, venció todos sus muchos impedimentos y sacó al pueblo de Israel de Egipto.
El apóstol Pablo, por medio de su fiel ministerio, ayudó a muchos a volverse al Señor. Fundó iglesias locales y, por medio de su predicación, enseñanza y epistolario, contribuyó al crecimiento de los creyentes.
Los cristianos pueden reconocer fácilmente los logros de personas como Moisés y Pablo, así como el hecho de que vivieron con éxito.
Sin embargo, hay muchas vidas exitosas cuyas significativas y eficaces contribuciones al reino de Dios no son tan evidentes. El máximo ejemplo es la vida del Señor Jesucristo y lo que tuvo lugar en la cruz. Lo que los espectadores vieron allí fue una lúgubre escena del solitario Señor Jesús sufriendo una cruel y dolorosa muerte en la cruz.<2> Toda esta situación tenía el aspecto de un rotundo fracaso – no había nada que evidenciara lo contrario, pero se trata del mayor triunfo y de la más significativa contribución a la humanidad y al avance de los propósitos eternos de Dios. El propio fundamento para la edificación del reino de Dios fue erigido sobre la cruz.<3>
Veremos otros cuatro ejemplos en las Escrituras de vidas exitosas cuyas contribuciones al reino de Dios no son necesariamente evidentes.
Dios apreciaba profundamente a Daniel, pero no siempre se evidencia en los registros escriturales cuánto ha contribuido este personaje al reino de Dios. Él vivió exiliado en una tierra idólatra y sirvió en la corte del tiránico rey Nabucodonosor, junto a hechiceros, prestidigitadores, adivinos y astrólogos, a quienes el rey acudía para ser aconsejado. Más adelante, sirvió bajo el reinado de otro arrogante, Belsasar, y, por consiguiente, a los persas.
Aunque no sea evidente, la contribución de Daniel al reino de Dios en realidad fue muy significativa.<4> El elevado nivel de sus cualidades morales y de su carácter, al igual que su cuidadoso y fiel desempeño de responsabilidades de alto rango, resultaron ser un poderoso testimonio en el ámbito espiritual, y vino a representar un impacto muy positivo en todos aquellos con quienes tuvo contacto y en muchos más, del mismo modo que su inquebrantable e intransigente fe en Dios y su quietud ante la faz de una muerte inminente. Su fructífera vida de oración también contribuiría al cumplimiento de los propósitos de Dios. También podemos mencionar las extraordinarias y profundas reflexiones y revelaciones del futuro, así como el despliegue de los planes de Dios y el avance de Su reino, los cuales el Señor quiso revelar a y por medio de Daniel, contribuirían también de manera muy significativa al cumplimiento de los propósitos de Dios.<5>
Aún más difícil resulta ver cuán eficazmente han contribuido Simeón y Ana al reino de Dios, pero las Escrituras resaltan sus vidas de manera favorable. Ellos dos no se destacaban por ser muy “activos” ni por hacer lo que muchos considerarían como “poderosas obras” para Dios. Tampoco figuraban entre los líderes religiosos de su época. Aun así, fueron señalados específicamente como dos personas en toda la nación de Israel que estaban preparadas para la primera venida de Cristo.
Lucas 2:25-35
25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
28 él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29 Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz,
Conforme a tu palabra;
30 Porque han visto mis ojos tu salvación,
31 La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32 Luz para revelación a los gentiles,
Y gloria de tu pueblo Israel.
33 Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.
34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
35 (y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
Sin bombos ni platillos, las Escrituras presentaron a Simón sencillamente como “un hombre en Jerusalén”. Evidentemente él tuvo una vida tranquila, y es probable que haya pasado desapercibido por muchos, de no haber sido por este informe inspirado en las Escrituras.
Por medio de ellas, Dios resaltó las cualidades espirituales y morales de este hombre, así como los anhelos de su corazón. Fue descrito como alguien devoto y justo, y que anhelaba la venida del Mesías, la consolación de Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él, al cual era sensible; Dios tuvo la libertad de hablarle e indicarle que vería al Mesías. Cuando al Señor Jesús lo llevaron al templo siendo un niño, Dios guió a Simón a testificar que este Niño era el Mesías. Evidentemente, en el corazón de Simeón existía una significativa identificación con el del Señor, así como un deseo por el cumplimiento de Sus propósitos.
No muchas personas serían conscientes de la eficacia de una vida como la de Simeón porque casi no había manifestación externa alguna que lo evidenciara. Sí, este registro escritural nos resalta que lo que no aparenta ser una vida exitosa, puede de hecho serlo. Esto se debe a que un impacto positivo en el ámbito espiritual y la eficacia de la contribución al reino de Dios básicamente surgen del interior del corazón de la persona.
Las Escrituras muestran un cuadro similar de la vida de Ana la profetisa.
Lucas 2:36-38
36 Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
38 Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
Este pasaje describe a Ana en términos muy favorables. Durante muchos años de su vida ella había servido a Dios de día y de noche con ayunos y oraciones. Dios aprobó su vida y la usó para que testificase del Señor Jesucristo. A partir de la presentación escritural, podemos decir que Ana tuvo una vida exitosa y que debe haber contribuido significativamente al reino de Dios. Pero dicha vida no es reconocida fácilmente como una de grandes logros, ni siquiera por los cristianos.
Que podamos aprender de las vidas de Simeón y de Ana, de manera que estemos entre los que se encuentran preparados para la Segunda Venida de Cristo.
La eficacia e importancia de la vida y la contribución de la viuda pobre que ofrendó dos pequeñas monedas son aún menos evidentes que las de Simeón y Ana. La historia de la viuda pobre se registra en Marcos 12:41-44.
Marcos 12:41-44
41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho.
42 Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.
43 Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.
Puede que lo que haya ofrendado la viuda sea considerado como una cantidad insignificante, pero el Señor Jesús hizo la extraordinaria afirmación que ella dio más que todos los demás, entre los cuales estaban muchos ricos que habían dado grandes sumas de dinero. ¿Cómo podía ser posible? La importancia de su contribución no se debía a que esas dos monedas tuvieran algo especial, sino en el significado que tenían en su corazón, lo cual hizo que este acto fuese significativo para el Señor.
Si el señor Jesús no lo hubiese resaltado, bien pudiera haber pasado desapercibido para todos los demás, y puede que nadie se hubiese dado cuenta de la importancia de su contribución. Aún la pobre viuda, al depositar sus dos monedas, puede que no se haya percatado de que estaba haciendo una importante contribución.
Hay lecciones importantes para nosotros aprender de parte del Señor Jesús sobre el servicio y el significado de la contribución a Su reino.
Si el corazón de una persona es recto, y ella está viviendo en fidelidad, entonces Dios apreciará todo lo que ella haga en comunión con Él y en obediencia a Él. Sus contribuciones serán significativas para Dios, aunque pueda parecer que no sean importantes.
Así como la viuda pobre, dicha persona bien puede estar viviendo de manera que nadie la note o la considere importante.
De igual forma, existen creyentes alrededor del mundo que viven fiel y eficazmente para el Señor en sencillez y quietud, casi sin ninguna señal externa que dé fe del valor de su contribución al reino de Dios. Por lo tanto, no tenemos que andar preocupados por la relativa ausencia de contribución que se evidencia de muchas maneras.
Preguntémonos entonces: ¿Es nuestro deseo y oración que la perfecta voluntad de Dios se cumpla en nuestras vidas de cualquier forma y cueste lo que cueste? ¿Estamos preparados para cumplir Su voluntad sin ningún deseo de reconocimiento individual ni para que los demás nos agradezcan? ¿Estaríamos completamente satisfechos con una vida así, aun cuando eso implique que nadie nos note ni reconozca que estamos siendo eficaces? ¿Somos capaces de seguir viviendo conforme a la perfecta voluntad de Dios en un contexto así, sin hacer notorio nuestro celo ni fervor? ¿O acaso necesitamos logros evidentes, visibles, así como el reconocimiento del hombre para perseverar en nuestro andar con Dios y en nuestro servicio a Él? El hecho de procurar logros para hacernos notar y ser halagados indica que en nuestro interior hay una actitud equivocada, deseos carnales, orgullo y una tendencia en cuanto a hacer comparaciones que no son saludables.
Debemos resolver este aspecto de nuestra vida con determinación. El fracaso en este aspecto ha traído como resultado diferentes complicaciones y consecuencias negativas en la vida de muchos, así como en la obra de la iglesia y en la del Señor en general.
Para tener una verdadera espiritualidad, es necesario tener un espíritu y una actitud sanos. Debemos progresar en dirección hacia donde nuestro principal deseo sea que se cumpla la voluntad de Dios, y donde vivamos en la verdad y en fidelidad. Estas realidades en el corazón deben constituir nuestra fuerza motivadora básica. Esta es la forma de alcanzar la verdadera espiritualidad y la santidad, y la forma en que el Señor puede tener plena libertad para obrar profunda y eficazmente en y por medio de nuestras vidas.
No adoptar este tipo de postura obstaculizará la obra de Dios en nuestras vidas y nos impedirá disfrutar de Sus bendiciones. Entonces no podremos alcanzar la abundancia espiritual.
A muchos cristianos les gustaría ser de la talla de Moisés y de Pablo; quieren lograr grandes cosas para Dios. Tales sentimientos pueden parecer muy positivos y espirituales, así como ser considerados como encomiables por algunos creyentes, pero estas aspiraciones pueden ser fácilmente mezcladas con una actitud desagradable de deseo carnal de un sentido de logro, de ser reconocido por los demás, de alcanzar cierto estatus, poder y autoridad.
Este tipo de espíritu es similar al deseo de logros y reconocimientos terrenales. Es el espíritu del mundo transferido al contexto cristiano – un deseo de éxito espiritual motivado por deseos carnales.
Este es un serio peligro para nuestro desarrollo y servicio, y a su vez le abre el camino al maligno para que obre en nosotros, nos engañe y nos use para sus malvados fines. Debemos lidiar con determinación con cualquier rastro de su presencia en nuestra vida y guardarnos en oración para que esta no surja ni se desarrolle. Este tipo de espíritu no es lo que encontramos en Moisés ni en Pablo. Si queremos ser como estos dos gigantes de la fe cristiana, necesitamos aprender a ser realmente como ellos en cuanto a nuestra motivación, espíritu y actitud.
Más adelante, en el mensaje próximo y final, reflexionaremos un poco más acerca de este asunto de la motivación correcta en nuestro servicio, y continuaremos considerando los ejemplos de Moisés y de Pablo en su servicio a Dios.
Debemos ser precavidos en cuanto a la sutil influencia y a la presión hacia el éxito del mundo. El espíritu del mundo puede influir fácilmente en nuestro pensamiento y enfoque. Puede que estemos procurando alcanzar el éxito y la prosperidad del mundo, y aun así, pensar que todo está bien. O podemos estar procurando alcanzar el éxito espiritual, pero no con un espíritu íntegro.
Por otra parte, no debemos negarnos a cumplir con nuestras responsabilidades en este mundo ni desistir de procurar que nos vaya bien en nuestra profesión o estudios, ni en nuestro servicio espiritual. El asunto importante es: ¿qué es lo que nos motiva; cuál es la realidad de nuestro corazón; cuáles son nuestros verdaderos valores y metas? ¿Estamos deseando, orando y procurando honestamente que la perfecta voluntad de Dios se cumpla en nuestras vidas, de cualquier forma que ella se presente?
Una vida de éxito no puede estar desligada de los asuntos fundamentales de la fe cristiana. Una vida de abundancia espiritual, de la presencia y las bendiciones de Dios, implica andar en el Espíritu y morir a uno mismo.
La vida exitosa puede manifestarse de muchas formas; algunas de las cuales pueden ser reconocidas fácilmente, mientras que otras puede que pasen desapercibidas. Lo que importa no es la forma en que se manifieste. El anhelo profundo de nuestro corazón debe ser constantemente permanecer fieles al Señor y cumplir Su voluntad perfecta para nuestra vida.
Así que, ¿cuál es el significado de triunfar y prosperar verdaderamente mientras estamos en la tierra? Significa crecer bien y contribuir eficazmente al avance de Su reino de acuerdo con Su dirección y poder. En la medida en que la perfecta voluntad de Dios se cumpla en nuestras vidas, habremos triunfado y prosperado verdaderamente.
Y como hemos visto en los ejemplos de Daniel, Simeón, Ana y la viuda pobre, el impacto positivo en el ámbito espiritual y la contribución al reino de Dios no pueden ser medidos en función de manifestaciones externas. Ellos surgen a partir de la calidad del corazón. Por lo tanto, es vital que prestemos mucha atención a incrementar la calidad de nuestro corazón.
Notas:
1. El significado y cómo obra el principio de la muerte sea aborda en detalle en dos mensajes: “Identification with the Lord Jesus Christ in His death and resurrection” [identificación con el Señor Jesús en Su muerte y resurrección] (AR120-121), registrados en el sitio web www.godandtruth.com.
2. La vida verdaderamente exitosa del Señor Jesús se describe en el Mensaje 6.
3. La apariencia y realidad en cuanto a la muerte de Cristo se analizan en detalle en los mensajes AR173-274 de la serie Appearance and Reality [apariencia y realidad] bajo la sección: Reflections on the Death of the Lord Jesus Christ [reflexiones sobre la muerte del Señor Jesucristo].
4. El significado y la relevancia de la vida de Daniel, así como sus contribuciones son abordados en detalle en los mensajes AR31-44.
5. Para una mayor apreciación de la contribución de Daniel por medio de las revelaciones de Dios a su vida, por favor remitirse a AR40.
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