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MENSAJE AR142

Haciéndonos verdaderamente fuertes

Predicado en: 29 May 94 ▪ Editado en: 7 Jul 07


En los primeros dos mensajes, vimos lo que significa ser verdaderamente fuerte. En este, consideraremos cómo podemos serlo, lo que implica y cómo sucede.

Me gustaría, en primer lugar, distinguir dos sentidos de fortaleza en el Señor:

  • Fuertes en el Señor en ocasiones específicas
  • Fuertes en el Señor en sentido general

Fuertes en el Señor en ocasiones específicas

Podemos fortalecernos en el Señor en ocasiones específicas, aun cuando no seamos fuertes de manera general. Esto es especialmente cierto cuando estamos bajo estrés o enfrentando dificultades. Incluso cuando somos fuertes de manera general, podemos necesitar fortalecimiento en ocasiones específicas.

Un ejemplo de fortalecimiento en ocasiones determinadas puede encontrarse en 1 Samuel 30. En este capítulo, se dice que los amalecitas habían invadido Siclag mientras David y sus hombres estaban lejos. Cuando David y sus hombres vieron que habían quemado el lugar y habían capturado a sus mujeres e hijos, alzaron sus ojos y lloraron hasta que les faltaron las fuerzas.

1 Samuel 30:6
Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios.

Era en realidad una situación muy difícil. En un momento como ese, cualquier persona puede sentirse desalentada en gran manera. Pero es entonces cuando es crucial ser fuerte. Las Escrituras nos dicen cómo (en esta ocasión) “David se fortaleció en Jehová su Dios”.

Aunque por lo general David era fuerte en el Señor, en esta ocasión él se fortaleció en el Señor de modo específico.

Fuertes en el Señor en sentido general

Es más importante para nosotros ser fuertes en general, que ser fortalecidos sólo en ocasiones específicas. Ser fuerte en general, es un aspecto importante de la calidad de vida y de todo el ser, y es el tipo de fortaleza más estable. Cuando somos fuertes de manera general, somos más capaces de llevar una vida victoriosa y de hacer realidad la voluntad que Dios tiene para nosotros.

Ser fuerte en ocasiones específicas y serlo de manera general se relacionan entre sí. Si somos fuertes en general, nos resulta mucho más fácil serlo en ocasiones determinadas. A la inversa, si aprendemos cómo fortalecernos en el Señor en ocasiones determinadas, podemos también crecer para hacernos más fuertes en general.

Si queremos convertirnos en personas verdaderamente fuertes, es bueno saber cuáles son las características del verdaderamente fuerte y cómo podemos progresar en los distintos aspectos.

Ser verdaderamente fuerte, particularmente en el sentido general (el más estable), está muy relacionado con la estatura moral y espiritual del creyente.

Hay muchos aspectos relacionados con la estatura moral y espiritual del creyente. En este mensaje, vamos a considerar los siguientes:

  • Verdadero conocimiento y sabiduría
  • Fe
  • Gozo
  • Calidad de la vida de oración
  • Carácter y calidad del hombre interior
  • Fruto del Espíritu
  • Esperanza


Vamos a ver varios pasajes de las Escrituras y reflexionar sobre estas características y cómo ellas contribuyen a que seamos verdaderamente fuertes.

1. Verdadero conocimiento y sabiduría

Proverbios 24:5
El hombre sabio es fuerte,
Y de pujante vigor el hombre docto.

El hecho de ser verdaderamente fuerte tiene una relación vital con el conocimiento y la sabiduría. Proverbios 24:5 nos dice: “El hombre sabio es fuerte”. Esto nos dice que la sabiduría es un aspecto importante de ser verdaderamente fuerte y que contribuye a serlo. Y si somos además personas de conocimiento verdadero, podemos ser realmente poderosos.

El conocimiento verdadero es el de la verdad, el de Dios y el de Sus caminos. Pero para ser fuerte en verdad, no es suficiente con tener sólo conocimiento; ni siquiera el verdadero conocimiento. Necesitamos ir más allá y hacerlo realidad, vivirlo. Es necesario responder a Dios de modo positivo y andar conforme a Sus caminos. La sabiduría es la habilidad de aplicar el conocimiento en respuesta a las diversas situaciones, de una manera que agrade a Dios.

El conocimiento y la sabiduría son muy importantes en la batalla espiritual, donde el engaño es la forma de ataque fundamental. Si somos ignorantes y necios, podemos ser engañados con facilidad. El tener conocimiento y sabiduría nos ayuda a comprender lo que está sucediendo, reconocer las estrategias y artimañas del maligno, y saber cómo tomar partido y vencerlo.

Parte del verdadero conocimiento y la sabiduría es la habilidad de percibir y reconocer la verdad. A medida que pasamos por diversas situaciones en la vida, es importante que percibamos de manera precisa lo que está ocurriendo, cuáles son las cuestiones implicadas, qué es lo que realmente importa en esa situación, y cómo fortalecernos en el Señor para enfrentar la situación con éxito.

El conocimiento y la sabiduría verdaderos tienen una dimensión moral y espiritual positiva. Entonces, para crecer en el conocimiento verdadero y en sabiduría, debemos ir más allá de un mero reconocimiento mental de la verdad que Dios ha revelado en las Escrituras, y procurar incorporar la verdad en nuestras vidas.

Para apreciar esto, veamos Romanos 12. En el versículo 2, Pablo dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…”. Esto sigue a su descripción de lo que es una vida consagrada a Dios (v. 1).

La renovación de nuestras mentes no implica solamente las facultades mentales; implica entendimiento espiritual y una respuesta moral. Nuestras mentes son renovadas cuando recibimos la verdad en nuestros corazones y nos comprometemos a vivir por ella. Se trata del patrón moral y espiritual de la persona. Mientras más incorporemos la verdad en nuestras vidas, mayor será la renovación y la transformación.

Cuando nuestras mentes se renuevan, seremos más capaces de apreciar la verdad y de responder ante las situaciones de la vida con sabiduría. Si nosotros entendemos las cosas sólo a un nivel mental, nos será muy difícil atravesar las situaciones duras de la vida. Pero si la verdad se ha convertido en una parte de nosotros, podremos percibir las problemáticas de la vida de una manera más saludable. Cuando nos enfrentemos a cosas difíciles, tendremos más capacidad para lidiar con ellas. Este es el tipo de conocimiento que Dios desea que tengamos.

2. Fe

Isaías 30:15 (NVI)
Porque así dice el Señor omnipotente, el Santo de Israel: «En el arrepentimiento y la calma está su salvación, en la serenidad y la confianza está su fuerza, ¡pero ustedes no lo quieren reconocer!

Este versículo nos enseña que si queremos ser fuertes, es muy importante la confianza o la fe en Dios. Observe que la frase “en el arrepentimiento y la calma está su salvación”, está precedida por lo siguiente: “en la serenidad y la confianza está su fuerza”.

A veces nos esforzamos muchísimo por confiar en Dios, para ejercer la fe, pero descubrimos que no podemos. Esto podría ser porque no nos hemos arrepentido ni nos hemos puesto a cuentas con Dios.

Si nuestras actitudes en cuestiones importantes no son las correctas; por ejemplo, si tenemos malos deseos o amargura en nuestros corazones, y nos negamos a cambiar esas actitudes, entonces no importa cuánto nos esforcemos para confiar en Dios, siempre vamos a descubrir que no somos capaces de hacerlo.

También resulta beneficioso ver la estrecha relación que existe entre la fe, la sabiduría y el conocimiento. Cuando nuestro ejercicio de la fe va junto con la sabiduría que se basa en nuestro conocimiento de la verdad, la fe se hace muy poderosa. Ejercer fe en lo que no es verdadero, no funcionará; tampoco lo hará el conocimiento de la verdad sin el ejercicio de la fe.

Sólo la fe en la verdad hará la obra. Para pasar satisfactoriamente por una situación, necesitamos entender los principios implicados. Necesitamos conocer la verdad y la voluntad de Dios para nosotros en esa situación. También es necesario saber la manera correcta de pasar por ella y la postura que debemos adoptar. Al reconocer estas cosas, debemos entonces ejercer la fe en cualquier circunstancia, sin importar cuán difícil o imposible pueda parecer, ni lo que los otros puedan pensar de nosotros. Si atravesamos las situaciones con las debidas actitud y postura, vamos a vencer en el Señor.

A menudo no logramos pasar por las situaciones de manera satisfactoria, sino tropezamos y flaqueamos; y estamos débiles espiritualmente porque estamos ansiosos, angustiados y llenos de dudas. Además, no alcanzamos a ejercer de manera adecuada la fe en Dios, ni a confiar en lo que Dios ha revelado y prometido en las Escrituras. Pero cuando hemos aprendido a ejercitar la fe en Dios y a confiar en Sus promesas, somos fuertes.

Muchos de nosotros hemos pasado por situaciones donde nos encontramos titubeantes, pero cuando nos ayudaron a reconocer las cuestiones involucradas y nos animaron a ejercer la fe verdadera, nos descubrimos más capaces de atravesar bien esas situaciones. Aunque es bueno que otros nos ofrezcan ayuda y ánimo, sería mejor si aprendiésemos a ser fuertes para poder confiar en Dios, ejercer la fe en Él y, en consecuencia, hacer de la verdad una realidad en nuestras vidas. De este modo, no siempre necesitaremos apoyarnos en la ayuda y el estímulo de los demás.

En la medida que confiemos en Dios y caminemos en la verdad, Él nos guiará en todas las situaciones de la vida. No viviremos nuestras vidas en vano. Aún cuando parezca que nos va mal ante los ojos de los demás, nuestras vidas tendrán verdadero significado, calidad y realización.

Pero debemos ir más allá de aprender a ejercer la fe en situaciones particulares, específicas. Es necesario aprender a tener una fe sosegada en Dios todo el tiempo. Si estamos convencidos de las verdades fundamentales que Dios nos ha revelado y vivimos por ellas, podemos tener confianza en Él durante nuestro paso por la vida. De este modo, podemos ser estables y fuertes en el Señor, bajo cualquier circunstancia. Es importante que nosotros tengamos un espíritu contrito, siempre buscando poner en orden nuestras vidas y consagrándonos para vivir según la verdad. Al hacer esto, podemos tener una confianza apacible e inquebrantable en el Señor y en la verdad.

3.Gozo

Nehemías 8:10
… no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.

Nehemías 8 describe a Esdras leyendo la Ley de Moisés ante una asamblea del pueblo de Dios. Cuando el pueblo oyó las palabras de la Ley, se entristecieron porque eran conscientes de sus fracasos.

Hay un lugar para esa tristeza. El Señor Jesús mismo dice: “Bienaventurados los que lloran …” (Mt. 5:4). Sin embargo, Nehemías estaba preocupado de que las personas fuesen a desalentarse, porque esa clase de tristeza podía convertirse en un dolor carnal, y minar su fortaleza espiritual y su verdadera calidad de vida. Por eso él los animó diciendo: “El gozo de Jehová es vuestra fuerza”.

Si aprendemos a regocijarnos en el Señor, seremos fortalecidos. Cuando enfrentemos situaciones difíciles, no tendremos necesidad de desalentarnos. En vez de eso, podremos elegir estar gozosos.

En Filipenses 4:4, Pablo dice: “Regocijaos en el Señor siempre”. Esta es una instrucción y una exhortación. Implica que podemos y debemos tomar la decisión de regocijarnos en Dios. Pablo dice: “regocijaos en el Señor siempre”; lo cual significa una postura a mantener constantemente, aun cuando atravesemos situaciones difíciles y dolorosas. Esta postura nos fortalecerá y nos ayudará a atravesar de manera satisfactoria, no sólo ocasiones específicas, sino todas las situaciones.

Cuando nosotros nos regocijamos en el Señor, se facilita la obra de Dios en nuestras vidas. Esto también facilita el funcionamiento eficaz de nuestras facultades. Cuando nos desalentamos o deprimimos, no podemos pensar bien ni ejercitar bien nuestro espíritu. Nuestro espíritu se ahoga. Nuestra habilidad para escoger y responder bien ante las situaciones se entorpecerá. Tenemos que optar por no estar deprimidos. Tenemos que optar por la confianza en Dios. Aún cuando suceden cosas negativas, podemos seguir regocijándonos en Dios y confirmar nuestra fe en Su bondad y soberanía. A medida que lo amemos y caminemos con Él, podemos tener la confianza de que Él seguirá haciendo que todas las cosas ayuden a bien para los que a Dios aman.

Si estamos caminando con el Señor, lo que pasamos en la vida tiene un significado, y habrá buenas lecciones que podemos aprender. Entonces, podemos regocijarnos en Él. El hecho de tener esta clase de postura adecuada de regocijarnos en Dios, propicia un ambiente para que el Espíritu de Dios tenga mayor libertad para obrar en nosotros y ayudarnos a pasar satisfactoriamente por las diversas situaciones.

4. Calidad de la vida de oración

Otro aspecto del proceso de ser verdaderamente fuerte, es tener una vida de oración de calidad. No se trata sólo de orar todo el tiempo y ser consciente de Dios; se trata también de la profundidad de nuestra comunión con Dios y de la calidad de nuestra dependencia de Él. También es importante el poder en la oración.

En Lucas 21, el Señor Jesús habla de los últimos días, antes de la Segunda Venida de Cristo. En el versículo 34, Él nos dice que estemos alertas, que nuestros corazones no se carguen con el vicio, la embriaguez y los afanes de la vida, no sea que el día venga de repente sobre nosotros como una trampa.

Y prosigue en el versículo 36 (Nueva Biblia de los Hispanos): “Pero velen en todo tiempo, orando para que tengan fuerza”. En este versículo, “orando” se refiere a una actitud de oración constante. Para que podamos tener fortaleza, debemos estar alertas y orando siempre.

En Mateo 26, el Señor Jesús habla otra vez de la necesidad de velar y orar. El contexto aquí es de ciertas presiones espirituales significativas que los discípulos estaban atravesando como parte de las circunstancias en torno al trascendental acontecimiento de la muerte de Cristo.

Mateo 26:41
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”

Durante los tiempos de estrés, dificultades y pruebas, muchas veces fallamos. Queremos hacer lo correcto, ser vencedores y no ceder a las tentaciones, pero fallamos una y otra vez. Nuestro espíritu está dispuesto, pero nuestra carne es débil. Entonces, ¿cuál es la respuesta a nuestro problema? La oración.

Por medio de la oración, podemos unirnos al Dios todopoderoso. Y cuando nos unimos a Él, podemos experimentar Su poder y fortaleza. La carne es débil siempre, pero cuando oramos y dependemos de Dios, podemos vencer la debilidad de la carne porque Él nos capacita con Su fuerza y poder.

Podemos ver la oración en Mateo 26:41 desde dos ángulos. Uno tiene que ver con la oración que invoca al Espíritu de Dios para que obre en nosotros, de modo que podamos atravesar bien una situación determinada. El otro ángulo tiene que ver con el Señor Jesús exhortándonos a estar siempre alertas, vigilantes y en oración. Es esta oración constante la que profundiza nuestra relación con Dios, contribuye a la calidad de nuestra vida de oración y fortalece nuestro hombre interior.

A medida que aprendamos a velar en oración de manera continua, encontraremos que el principio de “el espíritu está dispuesto” se hace muy significativo, porque el Señor fortalecerá nuestro espíritu. Así que, aunque la carne sea débil, creceremos, nos desarrollaremos y seremos capaces de vencer sus debilidades.

Estamos en el contexto de una constante guerra espiritual, y por lo tanto necesitamos mantener una actitud de oración en todo tiempo, especialmente durante las etapas de intensa oposición espiritual y pruebas severas.

La oración y el ser fuerte en el Señor están en estrecha relación. A ello se hace alusión en Mateo 26:41. Cuando oramos, nos fortalecemos en el Señor.

Anteriormente observamos que David se fortaleció en el Señor cuando estaba angustiado (1 Sam. 30:6). No se dice cómo David pudo lograrlo, pero es probable que un aspecto fundamental tenga que ver con su actitud de recurrir a Dios. Él se fortaleció en el Señor por medio de la oración, su dependencia de Dios y el ejercicio de la fe en Él.

En una vida de constante oración en fe, con conocimiento y sabiduría, podemos regocijarnos en Dios siempre de manera adecuada, y tener una correcta confianza en Él en todo tiempo.

Nosotros podemos orar para ser fortalecidos. También podemos fortalecernos por medio de las oraciones de otros. En Efesios 3, vemos a Pablo orando para que los creyentes se fortalecieran.

Efesios 3:14, 16
14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;

Podemos entonces orar los unos por los otros para que Dios nos fortalezca y seamos capaces de vivir plenamente para Él.

5. Carácter y calidad del hombre interior

Otro factor que nos ayuda a ser fuertes de verdad, es la calidad de nuestro carácter.

La calidad del carácter tiene que ver con la medida en la que somos conformados al carácter de Dios. Es necesario que nos desarrollemos de forma saludable en cada aspecto de nuestro carácter moral, y que no descuidemos ningún aspecto de él. La medida en que hayamos desarrollado nuestro carácter se relaciona estrechamente con la profundidad de nuestra unión con Dios, nuestra comunión con Él y el grado al que hemos sido conformados a la imagen de Cristo. La calidad de nuestro carácter está vinculada con la libertad que tiene el Espíritu de Dios para enseñarnos y fortalecernos, y de obrar en y por medio de nosotros.

Veamos Efesios 3:16 una vez más. Pablo pide que Dios Padre “os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu”. La manera en que Pablo ora, nos ayuda a apreciar la importancia del tema que se está comunicando. Él ora para que el Espíritu de Dios fortalezca a los creyentes porque no podemos fortalecernos por nuestra propia cuenta. Además, ese fortalecimiento tiene lugar en el “hombre interior”.

La verdadera fortaleza no está en nuestra musculatura física y no depende de nuestro conocimiento mental, nuestras habilidades o nuestros talentos. La verdadera fortaleza tiene que ver con el hombre interior que el Dios todopoderoso fortalece, conforme a las riquezas de Su gracia y por medio de Su Espíritu. Tiene que ver con la fortaleza del espíritu y el desarrollo del hombre interior, así como con la madurez y la estatura espiritual. El que es verdaderamente fuerte tiene la fortaleza espiritual y la resistencia de seguir adelante, incluso bajo crecientes presiones y dificultades espirituales.

La oración de Pablo continúa en los versículos 17–19:

Efesios 3:17–19
17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,
19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.

Estos versículos muestran el estrecho vínculo entre ser fuerte en el Señor (v. 16) y nuestra fe, carácter y relación con Dios.

Ser fuerte en el Señor se vincula con la fe—“para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”.

Ser fuerte en el Señor se vincula también con el carácter: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones; a fin de que, arraigados y cimentados en amor …” El amor es un aspecto primordial del buen carácter.

Se vincula también con la calidad de nuestra relación con Dios—“para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”. Cuando somos fuertes, podemos desarrollar aún más la calidad de nuestra relación con Dios y nuestro carácter. Y a la inversa, la calidad de nuestra relación con Dios y de nuestro carácter tendrá un peso en nuestro fortalecimiento en el Señor; es una relación recíproca.

Cuando Pablo ora “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, él no se refiere a que Cristo venga a morar en ellos, porque Cristo mora en los creyentes. Él está hablando de una vida que es coherente con el hecho de que Cristo mora en ellos—que cada vez más, ellos sean conformados al carácter de Cristo. Esta transformación de vida y carácter está relacionada con la calidad de su relación con Cristo y su unicidad con Él, su sumisión a Su señorío, y la libertad con la cual Cristo pueda expresarse en sus corazones y vidas. Pablo añade: “para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios”. Esto se refiere a la meta de la madurez moral y espiritual, a la estatura y la unión con Dios: el propósito que Dios tiene para los creyentes en Cristo.

6. Fruto del Espíritu

Cuando somos fortalecidos por el Espíritu de Dios en el hombre interior y andamos conforme a Su voluntad, manifestamos el fruto del Espíritu, y con ello las cualidades del carácter de Dios.

Gálatas 5:22–23
22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Aquél que es fuerte en el Señor, manifestará de manera constante el fruto del Espíritu. Y si se está fortaleciendo más en el Señor, manifestará estas cualidades cada vez más.

Un aspecto importante del fruto del Espíritu que me gustaría resaltar es la templanza (dominio propio, autocontrol). Un importante indicador de la verdadera fortaleza es hasta qué punto somos capaces de ejercer el dominio propio. Cuando tenemos dominio propio, somos más capaces de perseverar en la verdad, y de mantener nuestro cuerpo y emociones en sumisión a la verdad.

7. Esperanza

En el Salmo 31, el salmista nos exhorta a ser fuertes.

Salmo 31:23–24
23 Amad a Jehová, todos vosotros sus santos;
A los fieles guarda Jehová,
Y paga abundantemente al que procede con soberbia.
24 Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová,
Y tome aliento vuestro corazón.

Si queremos ser fuertes de verdad, para enfrentar todas las situaciones con valor, debemos esperar en Dios amándolo y siéndole fieles.

Nuestra esperanza en el Señor se basa en nuestra confianza en Él, y en la seguridad que nos da sobre lo que les espera a aquellos que lo aman y caminan con Él. Estas son las cosas que nos fortalecerán para perseverar en medio de las pruebas y presiones espirituales: nuestra fe en el poder, el conocimiento y la sabiduría de Dios; Su amor inalterable hacia nosotros; Su cuidado sobre nuestras vidas, y que es Guardador de todos los que en Él confían, así como nuestro anhelo ardiente de lo que nos espera en el reino eterno de Dios para los que somos fieles a Él.

Me gustaría continuar con un aspecto muy importante que puede ayudarnos a apreciar cómo podemos hacernos espiritualmente fuertes y estables en el Señor.

Consideremos Efesios 3:18 una vez más.

Efesios 3:18
… seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura …

En este versículo, encontramos otro aspecto de la verdad relacionado con el proceso de ser fuerte en el Señor y el desarrollo del hombre interior (Ef. 3:16). Este aspecto tiene que ver con las áreas del conocimiento, el entendimiento y la comprensión. Pablo desea que los creyentes sean “plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura”… pero, ¿qué es lo que Pablo quiere que comprendamos? El versículo 18 no menciona lo que Pablo desea que el lector comprenda con tal magnitud.

Una interpretación plantea que se refiere a la comprensión del amor de Dios, pues el versículo 17 habla de estar arraigados y cimentados en amor, y el versículo 19, de conocer el amor de Cristo.

Personalmente, pienso que esta interpretación no encaja bien. El versículo no dice: “la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Dios”. En vez de eso, Pablo nos dice que el estar arraigados y cimentados en amor, nos permite comprender esto.

Pienso que una interpretación más significativa es conectar la frase con el tema que ocupa a Pablo. Un tema central de la epístola a los Efesios es la profunda preocupación de Pablo por el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Esto está en el centro de su ministerio; se refleja en los versículos anteriores. Veamos algunos de ellos:

Efesios 3:8–11
8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,
9 y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas;
10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales,
11 conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,

En el centro del misterio (v. 9) está el eterno propósito de Dios que llevó a cabo en Cristo Jesús (v. 11), las inescrutables riquezas de Cristo (v. 8), y la multiforme sabiduría de Dios dada a conocer por medio de la iglesia (v. 10).

Pablo ora para que los creyentes sean fortalecidos por medio del Espíritu en el hombre interior, y que siendo arraigados y cimentados en amor, ellos puedan ser capaces de comprender la anchura y la longitud y la altura y la profundidad. A mí me parece que esto tiene que ver con la comprensión del propósito eterno de Dios y las cosas implicadas: lo que está en el corazón de Dios, lo que Él desea llevar a cabo, cómo se va a cumplir, cómo eso está ligado a las inescrutables riquezas de Cristo, la manera en que se lleva a cabo en Cristo, y cómo la multiforme sabiduría de Dios se puede manifestar por medio de la iglesia.

El hecho de estar arraigados y cimentados en amor es un eslabón fundamental en la apreciación de todas estas cosas (vs. 17–18). A medida que apreciemos estas verdades y realidades en mayor grado y nos adentremos en los designios de Dios para nosotros, conoceremos el amor de Cristo que sobrepasa todo entendimiento (el amor divino que es profundo, rico), y cada vez más, seremos llenos de la plenitud de Dios (v. 19). Seremos hombres y mujeres que comprendan el llamado de Dios en toda su anchura y longitud y altura y profundidad; hombres y mujeres de convicción profunda y fuerte motivación, que no se desvían o se zarandean fácilmente, y que no vacilan en su compromiso con el Señor y en el cumplimiento de los propósitos de Dios.

Conocimiento completo y sano de todo el consejo de Dios

Lo que quiero señalar es la importancia del conocimiento completo, sano. Es el conocimiento concerniente al consejo de Dios en su totalidad, especialmente esos aspectos que son muy importantes en el corazón de Dios. Es sólo cuando ganamos visión sobre el consejo de Dios, Su propósito eterno, Su llamado para nosotros en Cristo, que podemos crecer bien de una manera sana y completa, en todos los aspectos de nuestro ser, y llegar a ser estables y resistentes en la verdad. Cuando nosotros entendamos todas estas cosas, entonces podremos, de manera eficaz, ejercer una fe verdadera y desarrollar una vida de oración saludable. Todas ellas tienen una relación estrecha con el ser fuerte en el Señor y el desarrollo del hombre interior, y con la obra del Espíritu de Dios y nuestra experiencia de la plenitud de Dios.

En Efesios 4, Pablo exhorta a los creyentes a caminar como es digno del Señor. Después él habla de cómo Cristo ha ascendido y otorgado dones a los creyentes. También habla de la unidad del cuerpo. En los versículos desde el 11 al 16, nos dice cómo podemos equiparnos y crecer bien en el Señor. El resultado deseado se expresa en los versículos 13 y 14:

Efesios 4:13–14
13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,

Los creyentes que son débiles en la fe serán zarandeados de aquí para allá; serán confundidos y engañados por las falsas doctrinas. Pero no sólo son las falsas doctrinas las que nos van a zarandear. Podrían existir otras formas por las cuales nuestra fe puede quebrantarse y desestabilizarse. Detrás de las artimañas de los hombres, detrás de su astucia para emplear artimañas engañosas, están en acción los poderes de las tinieblas y el maligno. El maligno se describe en Génesis 3:1 como astuto, y en Apocalipsis 12:9 como el que engaña al mundo. Él es el mentiroso mayor, que nos engaña a través de las falsas doctrinas y otros muchos medios.

Pablo nos exhorta a crecer hacia la madurez plena, hacia un desarrollo completo y sano. Entonces no seremos más niños, llevados de aquí para allá por cualquier viento de doctrina. No seremos débiles, titubeantes, ni engañados fácilmente. En otras palabras, nos haremos fuertes en el Señor.

No puedo dejar de recalcar la importancia del conocimiento y la sabiduría. Necesitamos conocimiento y sabiduría verdaderos para crecer hacia la madurez en Cristo y para que Cristo sea formado en nosotros. También necesitamos conocimiento y sabiduría si queremos profundizar en nuestra relación con Dios y en nuestra unidad con Él. Es ese conocimiento vivo y esa sabiduría lo que nos puede ayudar a responder bien ante toda situación, incluyendo la astucia de los hombres y la del maligno.

El crecimiento en el conocimiento y la sabiduría es un aspecto importante del perfeccionamiento de los santos. El Señor Jesús imparte dones a la iglesia: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (vs. 11–12). Debemos ser capacitados para llegar a ser maduros, “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (v. 13). Esto sucede en la medida que todos nosotros alcancemos la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, en la medida que Cristo sea formado en nosotros y crezcamos en nuestra relación y unidad con el Señor. Es el conocimiento personal profundo de Cristo y la relación con Él lo que puede hacernos verdaderamente fuertes y estables. Es esto lo que nos previene de ser zarandeados por doquier, y nos capacita para perseverar en la verdad de manera consistente.

Efesios 4:15 habla de ese tipo de relación con Cristo y Su ser formándose en nosotros, y el versículo 16 vincula al cuerpo edificándose con el crecimiento en Cristo en todos los aspectos.

Efesios 4:15–16
15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,
16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

Veamos otro pasaje que trata sobre el mismo tema.

Colosenses 1:9–11
9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual,
10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;
11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad;

Este pasaje muestra la importancia del conocimiento, la sabiduría y la inteligencia espiritual, y su relación con el ser “fortalecidos con todo poder”.

En el versículo 11, Pablo habla de su oración por los creyentes, para que sean fortalecidos con todo poder conforme a la potencia de la gloria de Dios para alcanzar toda paciencia y longanimidad. Aquí “paciencia y longanimidad” tiene que ver con la capacidad de mantenernos firmes, de andar fielmente en la verdad, aun cuando las circunstancias difíciles nos golpean o cuando nos encontramos bajo el ataque de los hombres o del enemigo.

En medio de las pruebas y tribulaciones, necesitamos ser fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de la gloria de Dios, para que seamos verdaderamente fuertes y podamos atravesar esas dificultades con paciencia, longanimidad y firmeza.

Pablo comienza así su oración: “… que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual”. Esto demuestra que es importante que nosotros tengamos conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría e inteligencia espiritual. Sólo así podemos caminar como es digno del Señor y agradarle en todo, dando fruto, profundizando constantemente en nuestro conocimiento de Dios y fortalecidos con todo poder. Y hemos de perseverar en esta senda, pero nunca para buscar la propia satisfacción.

Los pasajes que hemos visto muestran que todas las cuestiones de mayor importancia están interrelacionadas. Ellas son: el conocimiento, la sabiduría, el crecimiento y la estatura espiritual, el ser fuerte en el Señor, la calidad de la relación y la unidad con el Señor, la plenitud de Cristo. Y tienen una relación vital entre sí; entre ellas existe una unidad orgánica.

La idea del mundo sobre ser fuerte y poderoso a menudo se asocia con el deseo y la capacidad de realizar las ambiciones personales sin la debida consideración de lo que es importante para Dios. Como cristianos, nuestro deseo de ser fuertes no debe manar de esa misma motivación. Debe fluir de nuestro amor a Dios y nuestro deseo de serle fiel. Esto es lo que significa ser verdaderamente fuerte según la perspectiva del reino de Dios, y contrasta en gran manera con la perspectiva del mundo caído.

Para ser fuerte verdaderamente, debemos desarrollar un espíritu fuerte, saludable y una mente renovada. Un espíritu fuerte, sano y una mente renovada nos ayudarán a tener dominio propio, y a someter nuestros cuerpos y emociones a la verdad. Entonces seremos capaces de tener una vida de compromiso con Dios y la verdad. Seremos firmes y capaces de pelear la buena batalla de la fe. Tendremos fuerza, resistencia y capacidad en la guerra espiritual, las cuales son características importantes del que es verdaderamente fuerte.

Hay un refrán muy conocido que dice: “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe de manera absoluta”. Eso es lo que a menudo vemos en el mundo, pero el poder verdadero no es corrupto ni corrompe; no busca lo suyo. El poder verdadero nos ayuda a ser puros, santos y fieles al Señor; nos ayuda a responder a Dios y a cumplir Sus propósitos para nosotros en este mundo.

La consagración, un requisito importante y esencial

Para ser verdaderamente fuertes, en primer lugar necesitamos consagrar nuestras vidas a Dios, y esta consagración debe ser profunda. Debe verse en nuestro amor por Él, nuestro compromiso con Él y nuestra relación con Él.

Si no consagramos nuestras vidas a Dios, no seremos capaces de desarrollar de forma adecuada las diversas características del verdaderamente fuerte, tales como: el conocimiento y la sabiduría verdaderos, la fe, el gozo, el poder en la oración, las cualidades del hombre interior, y la madurez y estatura espiritual.

En Romanos 12, Pablo nos exhorta a consagrar nuestras vidas a Dios. Sólo cuando lo hagamos, es que seremos transformados en verdad por medio de la renovación de nuestras mentes. Sólo así podremos acudir significativamente al Espíritu Santo para que nos llene, nos enseñe, nos guíe y nos empodere para vivir conforme a la verdad y a la voluntad de Dios. Cuando esto ocurra, llegaremos a ser fuertes, no sólo en situaciones específicas, sino también en sentido general.

El proceso de entrenamiento de Dios

Fortalecerse en el Señor constituye un proceso. El objetivo final es la madurez en el Señor. El desarrollo de la estatura moral y espiritual toma tiempo. Dios tiene Su programa de entrenamiento para nosotros. Las distintas circunstancias que atravesamos en la vida tienen el objetivo de ayudarnos a crecer fuertes en el Señor. Esta es una razón fundamental por la cual Dios nos pone en este mundo: “para que seamos perfectos, cabales, sin que nos falte cosa alguna” (Santiago 1:2–4).

Cuando consagramos nuestras vidas a Dios y experimentamos el poder del Espíritu, podemos avanzar en la vida. Esto conlleva también al crecimiento en la estatura moral y espiritual, y en la fortaleza y resistencia espirituales. De este modo, estaremos bien cimentados en la verdad, en el amor, en el conocimiento; estaremos guiados y llenos del poder del Espíritu. Esto es, en esencia, lo que significa crecer fuerte verdaderamente en el reino de Dios.

Dedique un tiempo para reflexionar sobre este tema. ¿Cuáles son las áreas de su vida que están incompletas? ¿Ha descuidado el desarrollo de su vida de oración y su carácter? ¿Está deficiente en conocimiento y sabiduría? ¿Ha consagrado su vida a Dios profundamente? ¿Está usted respondiendo bien al proceso de entrenamiento de Dios?

Pidamos al Señor que nos ayude a reconocer los pasos que necesitamos dar para progresar en la dirección de Su llamado. Que el Espíritu de Dios tenga la libertad de hablarnos, y que nosotros respondamos bien cuando Él lo haga.


1. ¿Qué entiende sobre los dos sentidos de ser fuertes en el Señor que se han abordado en este mensaje? ¿Cómo se relacionan entre sí?

2. ¿Cómo las siguientes áreas contribuyen a que nos hagamos verdaderamente fuertes?

  • Verdadero conocimiento y sabiduría
  • Fe
  • Gozo
  • Calidad de la vida de oración
  • Carácter y calidad del hombre interior
  • Fruto del Espíritu
  • Esperanza
  • Nuestra identificación con Dios y Sus propósitos
  • Nuestra profunda consagración a Dios


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